Iba como cada día, a
comprar el pan, a la tienda de barrio; donde acuden personas mayores, a las que
suelo saludar, sin temor; pero hoy, he coincidido, con el padre de una
compañera, que me hizo bullying en el colegio; le conozco del parque; él, iba
con sus nietos, yo, con mis sobrinos. Si le veo por las calles, de mi
ciudad, le saludo, por educación; he llegado la primera, le he dejado sitio
para pasar, se me ha puesto al lado y me ha dicho “Que si quería guerra”,
miraba mi móvil atónita, confusa, incrédula; de mis labios, ha salido una respuesta”
guerra , será el domingo, en las elecciones”; se fue, para el fondo y volvió, y
no contentó con su primer ataque, lanzó un segundo” Siempre te veo por la
calle”, me ha soltado; eso no es verdad; pero afectada por sus primeras
palabras, he vuelto a responder” Me duele la espalda, sino camino”, me ha
vuelto a replicar ”Necesitas un marido que te apriete”, mi cuerpo, quería
fugarse de sus palabras, quería irse corriendo, quería contestarlo con
contundencia; pero su agresividad, me ha dejado en estado de shock, y apenas he
podido articular palabras, ante su acoso, que es como el de su hija, injusto,
cruel, mezquino. A partir de hora, me voy a sentir incómoda en la tienda; e
intentaré sobrevivir al sufrimiento de ese momento, que me ha causado un hombre
mayor, con gafas opacas; espejo de su hija; son seres duales, seres mediocres,
seres miserables, que me conducen a volar sobre su asimetría moral
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