Maldito cáncer que roba sonrisas de la gente que queremos y los no queremos. Veo la imagen sonriente de Fernando Argenta y dudo que haya muerto, dudo que no me hipnotice con su música. Me cuesta imaginarle sin vida y sin ritmo. No deberíamos morir sino perpetuarnos en un lugar a donde fuéramos destinados cuando nuestro corazón se cansará de latir. Y contestar a quienes nos preguntaran sobre sí sentimos nostalgia de sentir, pero el maldito cáncer se lleva nuestros corazones. Corazones que permanecen envueltos en el recuerdo a donde veces acuden a llorarnos.
Ana Maria Tapias Garcia.
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