Caminaba entre gente bien vestida, perfumada, arrogante de cosas. Caminaba erguido, parecía un Frankestein de las calles: su traje roto, sus zapatos abiertos, su mirada entera, valiente. Nada tiene y nada pide. Todos hemos construido, en el laboratorio del olvido, a seres sin hogar. Seres cuya dignidad les salva del abismo de comer basura, de sentirse ajenos a la sociedad que les arrebata sonrisas, para regárselas a los grandes almacenes. Él, es un caballero andante, tal vez el que todos hemos anhelado, encontrar alguna vez.
Ana Maria Tapias Garcia
No hay comentarios:
Publicar un comentario