Ha llegado hasta mí, esta fotografía, en
blanco y negro; donde se asoman a mi vida, cinco jóvenes; intuyo que uno de
ellos, es alguien con quien comparto genes, sangre, memoria; adivino que es el
segundo por la izquierda, mi tío Amador (hermano, de mi abuela, Encarna) Es
imposible saber su edad; sé que mi tío, murió, a los cuarenta años, por un
derrame cerebral, a los pocos meses de casarse. En esta fotografía, tal vez, no
tuviera más de veinte años; estaba feliz junto a sus amigos, que seguramente,
tuvieron vidas más largas, más cansadas de trabajos, más serviciales al
destino. Detrás de ellos, reconozco el Alcázar de Segovia, y su pradera; a lo
mejor estaban de fiesta, y quisieron que su alegría, fueran observada por sus
descendientes, para que alcanzaran su sentimiento, que vuela hacia el olvido; de
donde mis palabras, aupadas, por el amor a un tío, que nunca conocí, les ha
rescatado; para formar parte del hoy; para cantar en el horizonte, sus nombres sin
bautizar; para abrazar a la eternidad, de sus cuerpos, derrotados por el paso
del tiempo como si fuera eco de la melancolía.
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