La vida sigue en el recuerdo; mi bisabuela,
Flora, falleció en 1943. Tuvo una vida dura; pues su marido, Manuel, mi bisabuelo
(de quien no conservo ninguna fotografía) murió joven; dejándola con tres hijos
pequeños a los que alimentar, en la década de 1920. Tuvo que ponerse a servir
en casa de unos señores; además le faltaba un riñón. Imagino que la fortaleza,
de Flora, en su rutina, carente de sonrisas, aupada por la preocupación,
desencajada de la comodidad, enquistada en su pobreza; pero, sus pies cansados,
sus ojos claros, sus manos agrietadas; viven en mis silencios; cantan en mis soledades;
bailan en mis lágrimas; que saltan hacia su recuerdo.
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