Es un rito, cada invierno, observar cómo las cigüeñas, decoran lentamente
el nido; donde nacerá el objeto de su deseo; en el diminuto espacio que acogerá
a la cría, gira sin marearse la cigüeña; sus patas cuentan silencios; descifran
sueños; establecen códigos de acomodamiento para el mañana; que vaga al atardecer,
cuando la futura madre o el futuro padre, alzan sus alas sobre el horizonte,
donde mantienen el equilibro, hasta
llegar a su destino recóndito a las miradas ajenas, que no subrayan la
importancia de elegir con suavidad, el techo que protegerá de la lluvia, del
frio, del hambre, a un incipiente ser que ha de aprender a ser libre.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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