Cuando camino de la mano del atardecer, mis sueños duermen en la monotonía, que me incrusta en el sufrimiento; que me invade célula a célula, como si fuera un cáncer al que no puedo hacer frente; pero mi mirada alza la voz, ante la última luz de día, donde las sonrisas acarician mi silueta, vencida por la erosión de puertas, de ventanas, que cierro, con miedo, a quedarme muda dentro de ellas; sin poder gritar, sin poder abrazar, sin poder amar; ajustada a pequeñas dictaduras que me invitan a llorar, pero el atardecer abastece mi cuerpo de esperanza y vuelo hacía el mañana con mi memoria desgastada del ayer
Ana María Tapias( todos los derechos reservados(©
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