El
tiempo se diluía mientras mi tío, Amador, miraba al destino; que unos meses
después de su boda, lo dejó enterrado en un nicho; lo abandonó en medio de la
nada; lo postergó a no envejecer, pues siempre tendrá cuarenta años, que son la
edad, con lo que sus bellos ojos azules, se cerraron para siempre; perteneciendo
a la eternidad su sonrisa, que vaga de fotografía en fotografía; donde
encuentro su recuerdo que acampa en mi corazón de sobrina-nieta; que llora su
ausencia como si le hubiera conocido; pues los genes son un misterio de la
memoria, que me invitan a no olvidar, a quien tan pronto se fue al olvido.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
No hay comentarios:
Publicar un comentario