Hoy estaba animada a planchar, cosa que me sucede muy de vez en cuando, asi que sin mirar el calor estampé la plancha contra la camiseta, noté que se quedaba pegada, y era que le estaba aplicando la eutanasia. La camiseta agonizaba ante mi inconsistencia como ama de casa. Me volví enjuta, diminuta, casi trasparente, como aquella vez que la cremallera de mi bota derecha se atascó, y hube de dormir con ella, nuestro amor fue roto por el zapatero, pero le costó separarnos, las botas no saben lo que es el divorcio exprés.
La camiseta eutanasiada es feliz, pues podrá ser acariciada por las manchas.
La camiseta eutanasiada es feliz, pues podrá ser acariciada por las manchas.
Ana Maria Tapias Garcia
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