Matar sueños es un genocidio que no debería estar permitido. Las leyes han de condenar a los sicarios que abusan de vocales y de consonantes para dejarnos en un ataúd. Las palabras son armas que aman, a veces; otras destruyen. Las personas somos árboles que respiramos anhelos de felicidad. Todos compartimos momentos de ascensor con ellos. Son crueles, y no miran a los ojos. Son genocidas y nosotros sus víctimas. Son culpables y no se esconden, siguen matando hasta el fin de sus días.
Ana Maria Tapias Garcia.
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