El asma parecía una palabra lejana, ausente, e innecesaria en mi vida, se ha colado de forma dramática. Uno de mis sobrinos sufre crisis asmáticas. Satura mal, le ponen aerosoles, le ingresan, le dan el alta y vuelve a recaer. Los meses de verano son una tregua silenciosa.
Es absurdo decir que no pasa nada, casi le perdemos hace un año, y la angustia se ha apoderado de nuestra rutina. Uno nunca se acostumbra a oír el eco de la tos en un niño, que ama correr y se ahoga, Le abrazaría para hacer de escudo. Uno nunca se acostumbra a ver a un niño con los pulmones rotos. Le acunaría para que mis brazos fueran una muralla a la que no llegará la tos. Uno nunca se acostumbra a encontrarse al asma en el calendario de días festivos, para la sonrisa. Uno nunca se acostumbra.
Con todo mi amor a Alonso.
Ana María Tapias Garcia.
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