Esta hoja marca la absurda diferencia que existe entre una lágrima y una sonrisa. Merece ser reciclada, es valiente, mira a nuestros labios, no se esconde.
Veo muchas hojas en las esquinas, en las calles, en los parques, están desnudas, cruzan abismos. Se
refugian del dolor de llegar en una patera con ébola, encontrando indiferencia como respuesta.
Ellos, ellas, son lágrimas caídas. Abramos nuestras bocas, hablemos con sonrisas que busquen sus ojos, para llegar a su corazón exiliado.
Ana Maria Tapias Garcia.
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