Hace dos meses tuve una pesadilla, que me aterró, ayer la reviví. Salía de casa de unas de mis hermanas en Madrid, e iba en busca del autobús. No encontraba la parada era de noche, las seis y media, llegué. Me subí, me senté, no veía las calles, no me sonaba ninguna, no me atrevía a preguntar.
Estaba perdida como en mi pesadilla. Salía de la casa de mi hermana, subía en un autobús, no sabía adónde iba, me bajé en un barrio de la capital en fiestas y nadie me decía su nombre, quería llegar al metro como ayer.
Estaba perdida como en mi pesadilla. Salía de la casa de mi hermana, subía en un autobús, no sabía adónde iba, me bajé en un barrio de la capital en fiestas y nadie me decía su nombre, quería llegar al metro como ayer.
Las pesadillas se mezclan con la realidad en Madrid, donde hombres descalzos buscan dinero en las esquinas, mientras que otros se descalzan en sus trabajos, adonde han llegado tras atravesar muros de dolor, que han esquivado como si de una pesadilla se tratara.
Ana Maria Tapias Garica.
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