Regresaba de caminar algo cansada, me poso en cada flor, soy abeja fotógrafa, ví una ambulancia parada cerca de un bloque de pisos, el conductor de la ambulancia, al que conoce mi amiga, Nuria, que es enfermera; agarraba del brazo a una mujer, no muy mayor, que apenas podía andar. La acompañó hasta la puerta de casa, la ayudó a abrir la puerta. Sus brazos sujetaban su debilidad, su angustia, su soledad. Sus palabras calmaban su tristeza.
Mis ojos lloraban de emoción, aquel conductor al que había visto bromear con mi amiga, se convirtió para mí en un héroe de la monotonía, de la que es díficil no ser una hormiga más; un héroe que daba amor a una mujer abatida por la enfermedad; un héroe cuyo aroma ha de conocerse, pues los héroes se esconden en el anonimato.
La vida está fabricada para dar ternura, hemos de aprender de ellos, de los héroes.
Al conductor de la ambulancia.
Ana Tapias.
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