sábado, 24 de septiembre de 2016

Amanecer

Los domingos el amanecer es más silencioso de lo habitual, la gente se reduce, empequeñece, acaricia las sábanas; rompe el despertador, se niega a asumir la rutina.  Hace una hora, a las siete  y media de la mañana, el sonido de la lluvia ha acariciado mi cuerpo, que temblaba de miedo ante la posibilidad de que mis zapatos nuevos se mojarán y estropearán. He cambiado mi mapa de vestuario, si sigue lloviendo tendré elegir otros zapatos, que me llevarán a otra actitud, a otra voz, a otro yo más alto o más bajo. A las ocho y media, las nubes gruesas, pesadas, no muy negras; dominan el horizonte; ha dejado de llover. De momento voy a esperar, para decidir que zapatos acompañarán a mi paraguas.
Ana Tapias

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