Dormir bien es una utopía, al menos para mi, que me despierto, después, de cada pesadilla, envuelta en otra realidad. A veces, consigo olvidar las imágenes que rodean mi almohada. Otras, me persiguen como si fueran zombis el resto del dia. No se despegan del horizonte de mi mirada. Acosan mis pasos sin dejarlos terminar, hasta que llegan al desguace cuando cae la oscuridad. La mayoría de las noches me despierto, a las cuatro o las cinco, de la madrugada, sin saber porqué, ni dónde estoy, y ya no vuelvo a quedarme dormida. He intentado varios remedios literarios para volver al sueño. Me contaba historias. En la Universidad debía leer verso pues me hablaba en verso. Pasé al romanticismo, me imaginaba casada con un hombre que siempre me engañaba. Así que terminé, por adentrarme en las historias de miedo, que son las únicas que funcionaban para vencer mis ansias de estar despierta. Pero con la edad, he perdido fuerza narrativa y no sé sobre qué sugestionarme. Con los ojos en penumbra, resisto sin moverme, hasta la hora de encender la luz y ver si algo ha cambiado a mi alrededor.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)
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