Cada vez que paseo por las calles de Madrid, me cuesta dejarme llevar por la felicidad, por el lujo, por la frivolidad de los escaparates, ahora, cargados de Navidad. Mi mirada se detiene en cada ser humano resguardado bajo su manta. Su sueño está contaminado de frío, de nostalgias, de ausencias. Agotan sus sonrisas; vadeados, lanceados, zambullidos, por el hambre. Interrogante, vacío, acuciante, silencioso, acomplejado por no ser valiente, por no poder gritar, por saber huir, entre los rascacielos de Madrid, que se caen dentro de las lágrimas de los que sólo tienen su destino.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)
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