Llegué el jueves a Madrid a pasar, dos dias, con mis tres sobrinitos. Fuimos a un Centro Cultural, al parque. He caminado por el metro, haciendo trasbordos. He paseado junto a mi amiga, Idoia, por la calle Princesa. El ruido contaminante, llenaba mis pulmones de palabras negras; hechas de humo, contagiadas de prisas; hechizadas por el estrés de ambulancias que debían llegar a su destino, sin dilación, con la sirena golpeando mi látido. Por la tarde-noche, monté el autobús para Segovia. El conductor, hablaba con un hombre sentado cerca de él. Me enteré de la dificultad de ir a Londrés como conductor sin saber el idioma. Supé que si quería ir a Paris o Londrés, deberia ahorrar, pues son ciudades de precios abultados. Sus palabras eran espejo de otras vidas que vivi en sesenta minutos. Al llegar a Segovia, bajé del autobús, el silencio se apoderó de mi cuerpo, que se deslizaba inconsciente por las calles de mi infancia, olvidando el Cuadro de Munch que contemplé en Madrid.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)
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