La nieve se adosa al tejado hace una semana. Permanece quieta, impasible, absorta en su realidad. No habla, no grita, no llora, sólo se evapora, lentamente, ante mi mirada. Uno se acostumbra, a esos seres ingrávidos que pululan por su vida sin necesidad, hasta que de pronto se vuelven amenazas para la supervivencia de su cuerpo envenenado de frio, que anhela el calor y para eso ha de morir la nieve.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)
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