jueves, 2 de agosto de 2018

El recuerdo de Águeda

En realidad, no sé si tengo derecho a llorarla, a sentir su muerte prematura; pues, he pasado con ella, sólo dos veranos de mi adolescencia. Pero, no dejó de pensar, en las dos últimas veces que la vi. La primera vez, estábamos  en una superficie comercial; donde encontrarse en un mostrador, es obra de la necesidad, o,  tal vez, tenía que verla para no olvidarla. Nos situamos, la una enfrente de la otra; cada una, con una amiga diferente.  Esperando a ser atendidas por una comercial.  Me metí dentro de   su pensamiento. Sabía, que había estado ingresada en el Hospital por una pulmonía; nunca imaginé que era una enfermedad terminal, lo que marcaba su rostro tan triste, tan agonizante de felicidad, tan inmerso en su destino. Ella. era la elegida para ser sacrificada por la vida; a veces, me siento culpable de que fuera ella y no yo. Cambio mi recuerdo de aquellos minutos, los últimos que estuvimos juntas. Me acercó a ella, la saludó, la abrazo fuertemente, la insisto que siempre la he  echado de menos;  que en mi memoria nunca han pasado los años;  que las arrugas no marcan mis pasos; que sigo siendo aquella adolescente que la quería. Me abraza, llora, no puede hablar. Salgo de mi cambio de recuerdo. Al irse, esboza una sonrisa; a lo mejor me la dedicó. La segunda vez que la vi; su rostro estaba oculto. Iba caminando, sentí su presencia en la terraza de un bar. Tomaba algo junto a un hombre con gafas. Tampoco me atreví a saltarme el protocolo de los años para abrazarla. Sus ojos miraban hacía mesa. Su cuerpo había adelgazado. La muerte la devoraba sin remedio. La vi guapa. Estos días, que su familia la llora, la anhela, la reza. Yo a pesar de los años sin ella, la siento al lado de mi recuerdo.

Con cariño a la memoria de Águeda Rubio Fernández, que se fue de la vida en Segovia a los 48 años
Nunca te olvidaré
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©

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