domingo, 12 de agosto de 2018

Soledad del tiempo

Es curioso, como se adueña la soledad sobre los relojes de los muertos. El de mi abuelo, materno, (que es de la fotografia) se ha quedado parado en las nueve menos cinco, aunque él, murió sobre las seis de la madrugada, de un 12 enero de 1987; lo que significa que su reloj siguió latiendo unas horas más, sin la muñeca que lo mimaba, que lo cuidaba, que lo acariciaba con sufrimiento, por el cáncer que lo consumía desde hacía diez años. El reloj de mi abuelo, habla, a veces, con el reloj de mi abuela; que llevo en mi muñeca izquierda, pero es grande, y no lo quiero perder. Lo abandono en diferentes lugares de las casas, de mis padres y  de mis abuelos. Hace unos meses lo perdí, y lo volví a encontrar, la semana pasada,  en la casa de mis abuelos;  escondido en el sofá donde se sentaba su dueño. Pensé, que mi abuelo quería que su reloj no enfermara de soledad, y por eso, de alguna manera, había terminado junto a su recuerdo;  en aquel sofá, inmerso en su presencia invisible para mi, pero visible para el paso del tiempo.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©

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