Las televisiones mostraban la imagen de un etarra, Santi Potros,
condenado a tres mil años de cárcel, a su salida de prisión, tras pasar en ella
31 años. No sabía cómo explicar a mis sobrinos de corta edad; porqué ese hombre
había matado a cuarenta personas. Lo que lo convierte en un asesino en serie; que
en cualquier otro país del mundo, no hubiera salido a la calle, pero, España es
un país, donde matar no parece ser importante para los legisladores. Santi
Potros, salía feliz; se abrazaba a su mujer y dos familiares o amigos. Pensaba
en las familias que perdieron a sus hijos, padres, maridos, hermanos, que nunca
más podrían abrazar a sus familiares; quienes permanecen escondidos bajo las
lápidas de los cementerios; ausentes de todo sentimiento; negados por la alegría
del reencuentro; desahuciados de la vida por Santi Potros, que nunca ha pedido
perdón a las familias; que nunca ha llorado ante las tumbas de sus asesinados;
que nunca ha mostrado ser persona; pero, la ley que nunca respetó; le permite rehacer su vida, y
respirar ese aire, que él negó a aquellos que no conocía y ahora forman
parte del recuerdo que no da segundas oportunidades.
Ana Tapias( todos los derechos reservados))©
Ana Tapias( todos los derechos reservados))©
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