Lo reconozco, tengo sentimientos que
suelen pasar desapercibidos debajo de mis sonrisas elocuentes, acertadas,
simuladas. Máscaras de mis lágrimas, que recorren mi cuerpo, desde
los pies hasta mi frente; donde a veces,
se cuelgan nombres, personas, hechos que me vencen, que me tiran, que me
dejan en la tristeza. Cargada de desesperanza, hablo con mi sentimiento,
le pregunto. Me aconseja poco, decido por mí misma. Me alejo de quienes
arremeten contra mi felicidad. La soledad es difícil de gestionar, pero,
he de seguir, y para eso, me necesito ausente, tranquila, cargada de mi
sinceridad, que nunca rehúye el dolor, lo asume sin estridencias, ni
dramatismos, lo conjuga junto con la rutina
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