Es un espectáculo, tierno, emocionante, acogedor, observar cómo
los cigüeños, con pocos meses de vida, abren sus alas, lentamente,
pausadamente, agónicamente; sin salir de su espacio, pequeño, diminuto,
encogido, que es el nido; para no estrellarse contra el suelo, y ser
encarcelados por la realidad; que los conducirá por normas, por reglamentos,
por leyes, para que sean aves de provecho; para que sean aves ejemplares; para
que sean aves con conciencia; que se dejen caer sobre el horizonte, para
acariciar la libertad; pero antes, han de entender la dificultad del vuelo.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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