Una cabina, sobrevive
cerca de un quiosco, donde aún la gente compra periódicos y revistas, pero
pronto el móvil, lo despojará de su necesidad, para formar parte el ayer; donde
esperábamos nuestro turno, en la calle, para entrar dentro de la cabina de
teléfono; cerrar la puerta, para no ser escuchados, y hablar, eso sí, antes
había que echar dinero, por una hendidura, que conectaba algún mecanismo con
nuestro destino, que se apagaba, cuando gastábamos nuestras pesetas en recrear
sensaciones, en contar aventuras, en susurrar” te quiero”, a
personas, que apuntaban su teléfono en trozos de papel; que era una
muestra de confianza, un símbolo de amistad, un testigo de nuestra unión; que
se apagaba, cuando pasábamos, de
largo, al lado de la cabina; que se desvanece dentro de nuestra memoria,
donde las palabras eran necesarias para soñar.
miércoles, 7 de junio de 2023
Decadencia
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