Se desvanece la amapola, abrasada, asfixiada, agotada, por el peso de los días;
cae sobre la piedra; agoniza entre sus lágrimas; que yacen sin dirección, que sueñan
sin destino, que susurran sin eco. Se desvanece la amapola, aferrada al miedo
de no ser recordada, de no ser rezada, de no ser añorada; por seres que
caminan indiferentes al dolor; sumergidos entre las dudas; acosados por el mañana;
que se despide, lentamente, bajo la mirada de una amapola que nunca volverá.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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