Un rayo
de sol, inmerso en el atardecer, cae sin fuerza, agónico, debilitado, por la
erosión de los minutos, de los segundos, de las horas, sobre su ternura; que
rebosa en una fuente, de un parque, que se dibuja como si fuera un paraíso,
para niños y para mayores, en los días de estío, donde se anhela, la sombra,
para cobijarse de la crudeza del momento; que es espejo de la eternidad, de un
rayo, que ilumina el olvido, que será bendecido por la noche, que fulminará el hoy,
para entregarse a los fantasmas de lo desconocido.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)
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