He caminado durante dos horas a las afueras de mi ciudad. Ciudad que vive sus fiestas. En la zona sin casas viven los feriantes. Feriantes que siempre vemos recogiendo tickets de las atracciones. Yo les he visto durmiendo, comiendo. La feria sin gente parecía un pueblo fantasma. Un pueblo donde los vecinos descansaban. La mayoria son de África. Grupos de africanos se dispersaban por el pueblo. Unos jugaban a las cartas, otros hablaban, otro rezaba mirando a la Meca. Uno de sus hijos se paró a mi lado y me habló. Me habló en silencio. Un niño de dos años me miraba y lloraba. Le dije" no llores", no me entendíó. Yo no podía solucionar su tristeza. Tan sólo ponerla voz. La voz de un continente el africano: expoliado por sus conquistadores y olvidado. Un continente que camina en la mirada de un niño que no entiende su pobreza. Un niño con zapatos de otros.
Ana.
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