Cuando mis sobrinitos, me obligan, por sus ganas, vuelvo al pueblo de mis abuelos, padre y tíos. Sufro en la carretera, no conduzco; en el camino, nos encontramos con vacas y caballos, que quieren meterse en nuestros asientos. Al bajar del coche, la memoria, me empujan al recuerdo. Mis abuelos paternos, Saturnio y Evarista, salen a recibirnos con emoción, entusiasmo, felicidad; los perros, buscan los huesos, que hemos acumulado durante semanas, para ellos. Mis hermanas, y yo, bajamos del coche asustadas; nos cuesta hacer amigas en el pueblo( nunca las tuvimos); nos quedamos en la cocina, alrededor de la chimenea, oyendo al abuelo, cantar, contar sus viajes a Extremadura, con las ovejas; nos pegamos a la chimenea, con necesidad; no hay calefacción, en la casa. Fuera de la cocina, se nota frio. Los gatos, salvajes, hambrientos, que arañan, me incomodan en la cocina. La abuela, los invita a irse; mientras fríe chorizo, en la sartén desgastada de la cocina de leña. Aún es de dia, no podemos salir a la calle; las vacas, de mis abuelos, delimitan la casa; esperan a ser introducidas en la cuadra, donde el abuelo las ordeñará.
Siempre, que viajo a mi infancia; sé, que pasé pocas horas con mis abuelos paternos; que quisiera, volver a pasear con ellos, por las tierras; que anhelo acariciar sus figuras. Las lágrimas, caen como si fuera una catarata sobre el paisaje. Soy una niña sin abuelos.
Con todo mi amor, a la memoria de mis abuelos paternos: Saturnino y Evarista.
Siempre, que viajo a mi infancia; sé, que pasé pocas horas con mis abuelos paternos; que quisiera, volver a pasear con ellos, por las tierras; que anhelo acariciar sus figuras. Las lágrimas, caen como si fuera una catarata sobre el paisaje. Soy una niña sin abuelos.
Con todo mi amor, a la memoria de mis abuelos paternos: Saturnino y Evarista.
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