En las tardes- noches de mi infancia, la imagen, la voz, de Félix, me llevaba a las montañas, junto a los animales, con los que nunca compartía mi tiempo. Me entrometía en nidos, en viajes de lobos, en migraciones de la aves. Olvidaba, mi ser urbanita, a través de la voz de aquel mago de los animales. Un día, oi en la radio, la noticia de su muerte, y sentí que el amigo lobo, lloraba desde mi corazón.
Con cariño, a la memoria de Felix Rodríguez de la Fuente.
Ana Tapias
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