El dolor de mis años escolares, volvió ayer a mi sobremesa. Mi hermana, quedó con una niña, hoy adulta, que no se portó bien conmigo. Sentí como si me hubiera traicionado. Fui una niña infeliz, atada a un uniforme, supeditada a la dictadura de una religión. Era tímida. Sobrevivía en mi mundo interior. Hablaba a trompicones, y no sonreía. Esto, me granjeó las burlas de mis compañeras, desde bien pequeña, hasta los 17 años. El acoso escolar, nunca se olvida, nunca se perdona, nunca se vuelve amarillo como las fotos. Siempre permanece como una cicatriz sin dibujos animados.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)
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