Salimos de casa ajenos al tiempo que hemos vivido. Huimos de nuestra soledad, que nos intimida, nos acecha, nos secuestra bajo las fotografías, de aquellos que nos dejaron. Sonríen los abuelos, soñando con la inmortalidad, anhelando no ser parte de un ataúd, imprimiendo su necesidad de cobijarse en el presente. Pero, el silencio de la lluvia, nos persigue cuando nuestras vidas se han jubilado del odio, de la envidia, de la hipoteca de la razón. Nos mojamos anclados en el adiós, sin abecedarios, ni comas, dejándonos llevar por las gotas que erosionan nuestra piel de futuro.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)
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