A mis padres y a mi, nos asusta cualquier ruido en la puerta de la calle. Lo normal, si tenemos en cuenta que han entrado sin pedir permiso en nuestra casa, hace unos días. En realidad, no sabemos exactamente cuándo fue, ni quién fue, me temo que nunca lo sabremos. Hecho que nos tiene sinceramente descompuestos. A mi padre, se le ha puesto un nudo en el estomago, que le impide comer con fluidez. A mi madre, la pica todo el cuerpo. A mi, me dan ganas de vomitar a los vecinos, que dicen no oyeron nada, a pesar de que, tuvieron que hacer mucho ruido para romper nuestra cerradura. Estos últimos días, siento algo parecido a pena por los ladrones, ya que, no se han llevado los millones y más millones de euros, que teníamos escondidos dentro del armario de nuestras habitaciones, que quedaron como si fuera un campo de batalla. Debieron llorar. al encontrarse con una tele antigua, una mini cadena prehistórica, un ordenador roto, otro casi roto, dos cámaras rotas, libros hasta en el baño, una cafetera de hace veinte años, dos relojes desgastados de mi tío, Esteban, el anillo de hojalata que mi abuelo hizo como prueba de amor a mi abuela, céntimos de la década pasada. Debe ser terrible, espiar a alguien durante semanas, soñando con las joyas de la corona, para tener que asumir llevarse un camafeo de principios del siglo XX, con tan sólo valor sentimental.¡ Pobres ladrones!
Ana Tapias( todos los derechos reservados)
Ana Tapias( todos los derechos reservados)
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