Segovia es pequeña, uno se encuentra, a menudo, con quien no quiere. A mí, me pasa con una excompañera. Es una mujer mayor, que lleva papeles de un edificio a otro. No muy alta, teñida de rubio, maquillada para eliminar sus imprecisiones estéticas, piernas gordas y cortas. La saludo con cordialidad. Me contesta con soltura, su sonrisa lo dice todo. Se rie de mi. Su ataque no verbal, me duele, acaricia mis lágrimas, se posa en mi recuerdo de cuando trabajamos juntas, y me torturaba su rostro siempre maledicente sobre mi cara angustiada, llorosa, compungida; por no saber defenderme; por no querer contestarla; por no humillarla como ella a mí. Tiendo a perdornar, a no odiar, a vivir en la sonrisa, no en el argumento del rencor. Mi excompañera, es una maltratadora y nunca irá a la cárcel por el daño que me hizo y que me hace. Mi dolor nunca será recompensado, pero si escrito.
Ana Tapias( todos los derechos reservados©
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