Las
patatas, sino las abortamos dentro de nuestras digestiones, también envejecen.
Es raro, contemplar a un tubérculo cargado de arrugas; no está bien visto por
la sociedad. Por eso, tampoco llegan a la edad anciana; donde las espera una
muerte inquietante, bajo un cuchillo, que a duras penas, podrá cortar su corteza,
para llegar a su corazón; que será devorado, sin piedad, por un humano carente
de escrúpulos. Hemos de aprender a venerar a la patata, como si fuera una diosa
del campo, que a tantas generaciones ha sacado del hambre. Hemos de construir altares para las patatas,
para que nunca olvidemos que si las rezamos nos convertiremos en súbditos del
reino vegetal. Pero, hemos de asumir que su inmortalidad siempre será su
cuestionada por los científicos de la supervivencia.
- Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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