Llega un día sin pensar, en el que nos trasformamos
en seres invisibles, como el reloj de mi tío, Esteban; que pronto cumplirá cien
años. Lo descubrí, gracias a los ladrones, que entraron a llevarse lo que no
era suyo. El paso del tiempo, no lo
podrían vender, por eso, lo dejaron encima del cajón. Sacando de nuevo a la
vida, a segundos, minutos, horas, abandonadas en el olvido; cubiertas por
sombras, que permanecen inalterables a los susurros de la monotonía.
Ana Tapias( todos los derechos reservados) ©
No hay comentarios:
Publicar un comentario