Nos comportamos como si fuéramos máquinas manejadas por la costumbre, por
la tradición, por lo que no se sale de lo establecido. Siempre mirando a
los demás, por si somos observados y condenados al ostracismo social, donde las lágrimas se transforma en chocolate;
pero a veces, surge una ráfaga de viento y nos convierte en otros. Volamos
hacía el más allá envueltos en el deseo, cerramos los ojos, soñamos, somos
dioses de lo inesperado.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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