jueves, 24 de enero de 2019

Ser otra

Ayer asistí por obligación de la oficina de empleo, donde milito, a un Tribunal de Selección para una plaza de una administración. Me dijeron que éramos seis candidatos;  teníamos que mandar el Currículo y una programación. Al llegar al lugar aparecieron dos más. Todos nos miramos como si alguno sobrará. Enseguida empezamos a hablar, dejando a un lado la timidez. Nos citaron a las 5,  pero  hasta las cinco y media no dieron permiso para  ir al lugar de la selección. Un conserje, nos condujo por escalones y más escalones, hasta llegar a una estancia  pequeña  con un cuadro, un sofá, y una mesita. Se abrió la puerta, dos mujeres vestidas igual, nos invitaron a sacar el DNI para identificarnos  y acceder a la prueba. Pasamos a una sala grande, cargada de acontecimientos donde nos daba miedo sentarnos¡ Era tan elegante y nosotros tan pobres! Nos explicaron que había ocurrido una pequeña incidencia que nos relataron con brevedad y por eso el retraso. Iríamos pasando de uno en uno, antes nos dieron unas preguntas que valorarían. Las leí con rapidez. Me sentí como la sala de espera del médico, quien me daría un diagnóstico de vida o muerte. Empezamos a hablar, de nuevo, con naturalidad como si fuéramos amigas y ese rato nos impulsará a las confidencias sin estreches, ni miramientos, agolpadas en nuestro ansiedad por no fracasar ante el tribunal. Fueron entrando de una en una, solo había uno. Cuando me quedé sola sobre las siete y diez, cerré los ojos y dormí unos segundos sobre el silencio acogedor, me dio tiempo a repasar mi soledad, a comerme mi angustia que se disparó como llevaba tiempo sin hacerlo cuando entró a buscarme mi verdugo, Me conducía para ser guillotinada. Me dejó en un despacho ,pequeño, para rellenar las cinco preguntas que me harían. Me quedé en blanco ante algunas. Esas preguntas no valoraban mi capacidad como trabajadora, pero era lo que había. Respondí como pude. Escribí, malamente, mis desordenados pensamientos. Caminé con seguridad, nunca hubiera entrado en aquella sala donde seis personas me observaban con nitidez, desenvoltura, con olor a colonia de poder. Me senté con suavidad. Una de ellas, me hacía las preguntas, respondí sin miedo, harta de esperar mi oportunidad. Hoy, me siento culpable  por no  haber acertado con las respuestas, por haberme puesto nerviosa y ser poco profesional ante esa entrevista a seis bandas;  pero algo tengo claro al no ser la elegida, han perdido una  oportunidad única en conocerme y en aprovechar toda mi experiencia y amor por el trabajo
Ana Tapias( todos los derechos reservados)
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