Ayer asistí por obligación de la oficina
de empleo, donde milito, a un Tribunal de Selección para una plaza de una
administración. Me dijeron que éramos seis candidatos; teníamos que mandar el Currículo y una
programación. Al llegar al lugar aparecieron dos más. Todos nos miramos como si
alguno sobrará. Enseguida empezamos a hablar, dejando a un lado la timidez. Nos
citaron a las 5, pero hasta las cinco y media no dieron permiso
para ir al lugar de la selección. Un conserje, nos condujo por escalones
y más escalones, hasta llegar a una estancia pequeña con un cuadro, un sofá, y una mesita. Se abrió
la puerta, dos mujeres vestidas igual, nos invitaron a sacar el DNI para
identificarnos y acceder a la prueba. Pasamos a una sala grande, cargada
de acontecimientos donde nos daba miedo sentarnos¡ Era tan elegante y nosotros
tan pobres! Nos explicaron que había ocurrido una pequeña incidencia que nos
relataron con brevedad y por eso el retraso. Iríamos pasando de uno en uno,
antes nos dieron unas preguntas que valorarían. Las leí con rapidez. Me sentí
como la sala de espera del médico, quien me daría un diagnóstico de vida o
muerte. Empezamos a hablar, de nuevo, con naturalidad como si fuéramos amigas y
ese rato nos impulsará a las confidencias sin estreches, ni miramientos,
agolpadas en nuestro ansiedad por no fracasar ante el tribunal. Fueron entrando
de una en una, solo había uno. Cuando me quedé sola sobre las siete y diez,
cerré los ojos y dormí unos segundos sobre el silencio acogedor, me dio tiempo
a repasar mi soledad, a comerme mi angustia que se disparó como llevaba tiempo
sin hacerlo cuando entró a buscarme mi verdugo, Me conducía para ser
guillotinada. Me dejó en un despacho ,pequeño, para rellenar las cinco preguntas que
me harían. Me quedé en blanco ante algunas. Esas preguntas no valoraban mi
capacidad como trabajadora, pero era lo que había. Respondí como pude. Escribí, malamente, mis desordenados pensamientos. Caminé con seguridad, nunca hubiera
entrado en aquella sala donde seis personas me observaban con nitidez, desenvoltura,
con olor a colonia de poder. Me senté con suavidad. Una de ellas, me hacía las
preguntas, respondí sin miedo, harta
de esperar mi oportunidad. Hoy, me siento culpable por no haber acertado con las respuestas, por haberme
puesto nerviosa y ser poco profesional ante esa entrevista a seis bandas; pero algo tengo claro al no ser la elegida, han
perdido una oportunidad única en conocerme y en aprovechar toda mi
experiencia y amor por el trabajo
Ana Tapias( todos los derechos reservados)
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