Hay
esperas, que se hacen eternas. Sobre todo, si acabas de perder el autobús por
un minuto, y el siguiente, no pasa hasta dentro de cuarenta minutos. Esos 2.400
segundos, se convierten en una tortura, lenta, desasosegada, octogenaria; por
querer estar en un sitio, y tener que sobrevivir en otro; donde las
personas van y vienen tan rápido, que no da tiempo a amarlos, ni a
odiarlos; donde los objetos, se olvidan tan pronto ,como el silencio de la
esperanza que siempre huye; donde las sonrisas y las lágrimas, se tergiversan
en las papeleras, repletas de sueños truncados; donde, la imaginación vaga
entre los restos de nuestras guerras. La vida, a veces, se entiende en el
asiento de una estación de autobús.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)
©
No hay comentarios:
Publicar un comentario