Con los
años, uno aprende a no llorar en público, a ahogarse en el silencio, a escribir
en la soledad de los objetos de nuestros muertos, que no tiramos por temor a perderlos para siempre; porqué resucitamos la felicidad al abrazarlos; porqué
querer creer que vivieron a pesar de nuestro olvido. Hoy, vi el vestido de mi abuela, Encarnita,
que hace trece años que nos dejó huérfanos de sonrisas, y me ahogué en un mar
recuerdos, de donde sé que nunca volveré
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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