Si uno sale a caminar el 1 de Enero a las nueve de la mañana, la ciudad parece un escenario bélico de una fiesta: con botellas, vasos, serpentinas y muertos que hablan entre ellos. Muertos con trajes negros que se caen de cansancio y se abrazan con ansias de no terminar nunca el abrazo, para no volver a la realidad de sus camas. Camas vacias de alcohol y llenas de pesadillas. Muertos que discuten para tener la razón en un mundo que ignora sus opiniones. Un mundo donde nadie escucha a nadie a menos que sus palabras reboten en su corazón y su corazón se lo llevó el cazador a la madrastra de Blancanieves. Los enanitos caminan entre luces apagadas y crisis de ansiedad de tener que estar en alegres en medio de una batalla de tradiciones.
Ana Maria Tapias Garcia
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