Las calles de Madrid son alfombras rojas de la mendicidad. Hombres y mujeres sin nombres se sientan ante la mirada indiferente de los soberanos de la felicidad pidiendo unas monedas. Recuerdo sus caras: la mujer de pelo largo y mirada tocada por la droga, el hombre de barba como si fuera Melchor sin trabajo, el inmigrante que canta con voz de África, el inmigrante que vende pañuelos blancos a blancos descoloridos y las miradas perdidas en los charcos de quienes no quieren mirar a las esquinas. Las calles de Madrid son alfombras sin cámaras de fotos, ni dietas de adelgazamiento, son alfombras con estrellas caídas.
Ana Maria Tapias Garcia.
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