Mis tres sobrinos, viven en Madrid, atados al horario de sus padres: de ocho a seis. Madrugan, van al trabajo, apenas tienen tiempo para respirar, para jugar, para ser niños. Al llegar el verano, siempre vienen unos días a Segovia, a casa de los abuelos. Les compro palas, rastrillos, cubos con formas de castillo, pistolas de agua, globos de agua, pompas de jabón; para ir al parque y liberarse de la cárcel que es su rutina. El parque, es conocido como "18 de Julio", nombre de un hospital que la Junta de Castilla León, tuvo a bien cerrar, a pesar de que es necesario para la ciudad y provincia. El parque es pequeño, coqueto, tranquilo; vamos los vecinos. Feli, es una abuela minifaldera, tocada por la gracia de una peluquera que la tiñe las canas, de sus setenta años; maquillada hasta no dejar rastro de sus arrugas. Lleva a sus dos nietos al parque, que van impolutamente vestidos. Les ha prohibido acariciar el agua: creando una frontera de odio, de expulsión, de rechazo; hacia mis sobrinos. Si mojan algo grita enfurecida" Y ahora lo limpias". Feli, es una dictadora de la tristeza, sus nietos no sonríen; hablan como si fueran seres mayores, sujetos a la responsabilidad de la lavadora. He de soportar a esta tirana, que me mira como si fuera una loca, que permite la sonrisa, la alegría, la felicidad. He de callarme, alejarme de su sombra, que refleja la victoria de una educación caduca, nostálgica, y llena de miedo a ser uno mismo. ¡ Sus nietos se lo pierden!
Ana Tapias
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