Hoy en el Cubillo, un pueblo segoviano, en el que nació mi padre y mis siete tíos. Se celebra la fiesta de San Antonio. Mis padres, han ido a juntarse con cuatro hermanos, en la casa de la tía Juana, que murió hace ya muchos años, más de los que puedo juntar en mi memoria, y ahora es de sus tres hijos. Mi padre iba feliz, y eso me ha hecho recordar las fiestas que viví cuando era niña y adolescente( no con mucho entusiasmo la verdad). Mi madre nos obligaba a ponernos un vestido muy bonito, que había cosido con mucho esfuerzo y dedicación, para que no desentonáramos al lado de las niñas del pueblo, que nunca nos hablaban, solo nos miraban con desprecio. Mis hermanas y yo, creíamos que lo hacían por envidia a nuestros vestidos, más bonitos que los suyos. Tras media hora de viaje, por una carretera donde veíamos vacas y a veces toros, eso pensaba yo; llegábamos al pueblo, nos bajamos del coche, besábamos a los abuelos, tios y primos, e intentábamos dejarnos llevar por el ambiente de fiesta, que no logramos entender del todo bien. Ibamos a misa. Las vecinas del pueblo, comandadas por la Máxima, cantaban en un tono diferente, al que nos hacía cantar en el colegio Sor Milagros. Al salir de la misa, todos muy trajeados, las corbatas no combinaban bien con la boina. Nos dirigíamos a salón a comer bollos. Los hombres se sentaban en la mesa, las mujeres estaban de pie. En casa, la abuela, Evarista, hacia la comida en una cocina de leña. Los niños nos amontábamos alrededor de una mesa no muy grande, en la cocina, al lado de la chimenea. Los mayores se apiñaban en el comedor. No sabíamos qué decían, ni qué hablaban, solo les oíamos reir y decir" Madre y padre", que nos sonaba extraño, nosotras decíamos mamá y papá. Los gatos pululaban de un lado a otro, esperando los restos que los harían participar de la celebración. Al terminar la comida, siempre muy tarde, salíamos a pasear por el pueblo, ya con otros trajes, menos festivos. Todos nos preguntaban¿ De quién éramos hijas? Cosa que mis hermanas y yo nunca nos habíamos planteado. Volvíamos a Segovia, cansadas de costumbres ajenas a nuestra monotonía.
Hoy, he recordado con cariño a mis abuelos, Saturnino y Evarista, quienes disfrutaban de sus hijos en el dia de la fiesta, y he querido ponerme ese vestido y esos zapatos, para abrazar por un momento s los que ya no están.
A mis abuelos, con todo mi amor.
Ana Tapias.
Hoy, he recordado con cariño a mis abuelos, Saturnino y Evarista, quienes disfrutaban de sus hijos en el dia de la fiesta, y he querido ponerme ese vestido y esos zapatos, para abrazar por un momento s los que ya no están.
A mis abuelos, con todo mi amor.
Ana Tapias.
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