Según pasan los años por las personas que hemos amado, sus objetos se convierten en inservibles. Los abandonamos, en cualquier lugar, sin preguntarnos si estarán felices en su nueva realidad; si la tristeza inundará su mirada; si tendrán agujetas de sueño; si malversarán momentos con el polvo; si jugarán a ser los dioses de la nada; si aún recuerdan a sus dueños. El olvido, pasa inadvertido, dentro del calendario de la monotonía que sucumbe sigilosamente en la memoria
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