A Gaza la asociamos con la violencia,
pero, no sabemos muy bien porqué. Imbuidos en nuestro destino y nuestra
paranoia occidental, no entendemos esa parte del mundo, donde siempre hay
enfrentamientos entre unos y otros que no acabamos de comprender. Para comprender la realidad de un país, hay
que vivir en él; ajustarse a su historia, sentir la sangre de los antepasados;
oler a su tradición. Las imágenes marcan el rumbo de nuestro pensamiento
limitado, pues dedicamos pocos segundos a su tragedia. Debe ser difícil sobrevivir
en Gaza entre el polvo y la sangre de los enfrentamientos que no cesan; entre
la incomprensión de unos y otros; entre la miseria y el amor que subyace a
partes iguales entre sus habitantes. Las víctimas nunca justificadas
sobre vuelan nuestro imaginario del dolor, pero, nunca seremos plañideras
reales, sólo nos comparecemos de los duelos íntimos de quienes son asesinados
en el fragor de una lucha que ha olvidado las sonrisas; que ha menospteciado la sencillez de la convivencia; que ha borrado la necesidad
de escucharse. A Gaza, debería volver el anonimato
de la paz.
Ana Tapias) todos los derechos reservados)©
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