Las bailarinas de Degas, se asemejan a estilizadas cucharillas que bailan encerradas, a lo largo, del escenario; están comprimidas a una realidad de la que no pueden vengarse, ni deshacerse, ni fugarse. Han de acoplarse a la voluntad de sus manos, de sus piernas, acogidas bajo su sombra exhausta de ensayar. Su final no es idíico ni mágico, ni espeso en aplausos. Es solitario; engendrado en la torpeza de sus músculos, que las posan en el firmamento de las estrellas sin destino.
Ana Tapias(todos los derechos reservados)©
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