Un mes encerrado entre las paredes, de mi casa,
me han llevado a cambiar mis costumbres, una de ellas es el desayuno. Ya no
busco, el consentimiento de las manecillas del reloj, para ir más despacio. Ya
no me impulso, para salir corriendo hacia la puerta de la calle, para cantar a mi
suerte. Ya no olvido, el último sorbo, por miedo a llegar a tarde hacía mi
destino. Ahora, sueño junto a la lentitud del espacio que me rodea, que la
salud volverá. Ahora, me obligo a
mantener la distancia con mi mascarilla, que no me protegerá de ser fiel a mi
vaso de leche con tres galletas, que me conducen, a un día más, sin sentir la
velocidad del viento.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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