Desde que vivimos, pegados al l "Estado de
Alarma", no puedo ir al campo a comerme un bocadillo, por eso, busco el
momento adecuado, para hacer un pícnic en mi cama. No he de olvidar los
guantes, no me quiero contagiar de nostalgia; con ellos, torpemente, sujeto un
tomate, que es la sangre que corre por mis venas hacía mi destino; lo muerdo,
con suavidad, para invitarlo, a ser parte de mi olvido, y así pasan, los días,
bajo mi almohada, soñando que en algún despertar, volveré a ver a quemarme ,con
el sol, sin mi manta.
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