Vivimos con la pesadumbre de las despedidas sobre nuestros cuerpos. Recuerdo cuando era pequeña, el temor que me daban las llamadas por la noche, sabía que alguien había muerto, y, aunque no entendendia bien que era la muerte, sabía que nunca volvería a ver a esa persona. A la hermana de mi abuelo, materno, la tía María, se la llevaron en una silla, de la casa de mis abuelos. La bajaron por el ascensor para meterla en una ambulancia. La siguiente imagen que tengo de ella, es con los ojos cerrados, tumbada, tapada con una sábana( que hizo ella para su ajuar de novia, aunque nunca se casó) en un ataúd, tendría unos nueve años. Hoy despido a ,Pepita, amiga de mis padres desde hace muchos años, con la que hablaba por la calle Real de Segovia. Siempre iba de la mano de su marido, Rafa, que murió hace dos años. Se quedó sola, desprotegida, sin su compañero de resistencia. Pepita tuvo cáncer de mama, Parkinson, siempre sonreria pese a las sombras que mecían su animo, desgastado en los últimos meses. Era fuerte, luchadora, simpática. Una de esas personas, con las que uno quiere encontrarse para darla un abrazo de palabras y seguir caminando feliz. Querida, Pepita viviras en mi corazón, las buenas personas como tú nunca mueren,
Con cariño a la memoria de Pepita
Ana Tapias( todos los derechos reservados)